“Los padres de solo un 17 por ciento de las niñas, versus un 50 por ciento de los niños, esperaban que sus hijos siguieran carreras de ciencias, tecnología, ingeniería o matemáticas”. Este es sólo uno de los datos que recoge la directora del Instituto de Estudios Avanzados en Educación, Alejandra Mizala, respecto a las naturalizaciones de género y su asociación a ciertas áreas, sesgo que redunda, entre otras cosas, en brechas salariales y discriminación de las mujeres “en razón de la asignación de actitudes, prácticas y capacidades que se plantean como naturales”.