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“Mitos y verdades sobre las concesiones de infraestructura”, columna de Ronald Fischer

Las concesiones de infraestructura están rodeadas de mitos que distraen de sus verdaderas ventajas. Tal vez el mito principal es que las concesiones permiten que el sector privado contribuya con recursos para construir obras, colaborando con un Estado con problemas presupuestarios. Pero las concesiones no generan recursos: cuando una carretera concesionada se financia con peajes, por ejemplo, no se generan recursos adicionales. El Estado podría haber construido la misma carretera y cobrado los mismos peajes, con lo que pagaría el costo de inversión y mantenimiento, tal como lo hace el concesionario. Sin embargo, debido a deficiencias en las reglas contabilidad fiscal, cuando el privado construye la obra, parece que hubiera aportado recursos a un Estado con limitaciones de gasto.

Las ventajas reales de las concesiones provienen de la integración de varios procesos bajo una misma empresa: la construcción, operación y mantenimiento de un proyecto de infraestructura. Esto significa que el diseño y construcción tomará en cuenta los costos de operación y mantenimiento, lo que puede generar fuertes ahorros a lo largo de la vida del proyecto. Si la licitación por la concesión es competitiva, esos menores costos se traducen en ahorros para los usuarios y para la sociedad en general. En países en que el mantenimiento de la infraestructura pública es menos importante para los políticos que inaugurar nuevas obras, al menos las concesiones tendrán el mantenimiento adecuado, ya que la presión de usuarios que pagan peajes se puede transformar en un riesgo para el concesionario.

En el caso de hospitales y cárceles, hay menos evidencia internacional de las ventajas de las concesiones. Sin embargo, los dos hospitales concesionados en Chile muestran buenos resultados: hospitales de excelente diseño construido en un plazo corto y con retrasos menores. Contra la opinión del Ministerio de Salud, los resultados son mejores que los de sus equivalentes estatales. Los problemas que han enfrentado estos dos hospitales tienen más que ver con las deficiencias de los sistemas de salud –por ejemplo, la falta de médicos—que con el hecho de ser concesionados.

Los problemas de las concesiones aparecen cuando se las maneja mal, y el Estado permite que los concesionarios aprovechen su relación para explotarla. Uno de estos problemas aparece cuando se renegocian los contratos. Si se amplía un proyecto congestionado, por ejemplo, el concesionario cobrará en exceso, ya que no enfrenta competencia. Aún peor es el caso en que los operadores renegocian ampliaciones de su concesión al acercarse el fin de sus contratos, a cambio de una extensión de éstos. La competencia por una nueva concesión habría conseguido la misma ampliación a un costo mucho menor para la sociedad.

En resumen, las concesiones pueden ofrecer una contribución valiosa a la infraestructura de un país como Chile, que se encuentra en un estado intermedio de desarrollo. A la vez, tienen riesgos que requieren una institucionalidad independiente para evaluar y supervisar si las concesiones ofrecen la calidad de servicios comprometida y si las renegociaciones de contratos son necesarias.


Fuente: www.uchile.cl

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